DE: EL HERALDO NÙMERO "580"
Yo siempre he dicho que la mejor universidad es el mundo que conozco y más no la universidad en el mundo; solo que necesitaré de un miserable “cartón” que me acredite ingresé poco educado y egresé mas ineducado que educado-por que al fin y al cabo muchos no sabemos qué es: justica, democracia, paz social; qué es amor compartido, solidaridad…No cabe duda que de un tiempo para acá la universidad como un espacio de saber universal, de reunión multiclasista y de producción de nuevos conocimientos e investigaciones se encuentra en un franco declive en nuestra sociedad.
El sistema universitario en el Perú ha colapsado y se ha convertido en una inmensa fábrica de eternos plumíferos de quinta, en una fábrica de producción de títulos a precios de liquidación. Durante estas dos décadas de crecimiento económico, no solo se ha ampliado geométricamente la oferta universitaria sino que esta se ha diversificado extendiéndose horizontalmente en el ámbito geográfico y verticalmente en las clases sociales. Esta nueva multitud que se ha incorporado a los estudios universitarios y las condiciones del servicio educativo que reciben han transformado radicalmente tanto el panorama de la universidad pública como el de la universidad privada. La “informalidad” ha derrotado a la institucionalidad, la “ilegalidad” se ha legalizado, la “masificación empobrecedora” ha arrinconado a las élites intelectuales, la “estafa” a nombre de la nación ha sustituido a la formación seria y laboriosa, la “trasgresión” es la norma (alumnos plagian trabajos monográficos o “peluquean” tesis ajenas, los profesores callan y las autoridades solo sirven para cobrar).
Las universidades-garage y, de tiza y pizarra o de segundo piso abundan en provincias y zonas marginales (existen oficinas universitarias que funcionan en antiguos estacionamientos de vehículos, locales de posgrado ubicados sobre prósperas pollerías, hoteles; facultades que cuando cae el sol se convierten en luminosas y desarmables discotecas). En la otra orilla, el caso de la Universidad Alas Peruanas ha revelado que algo se pudre también detrás de las lunas polarizadas y los abundantes equipos de multimedia de los modernos locales que impresionan a incautos: sepulcros blanqueados que se caracterizan por una plana de docentes volátil, nula investigación, tasa de selectividad bajísima y, ahora lo sabemos, clientelaje y tráfico de influencias con el poder político. Pareciera que en este nuestro bendito país todo está parasitado y nada más.
El reino del cinismo o la moralidad al servicio de la inmoralidad, en el capitalismo tardío, todas las ilusiones han quedado desenmascaradas, pero no nos atrevemos a vivir sin ellas; por ello, el auto engaño y el cinismo se convierten en estrategias de supervivencia y sociabilidad. Requerimos todavía de máscaras ideológicas o relatos que repitamos sin convicción que: “la universidad es un medio de ascenso social”, “la educación universitaria trabaja para resolver los problemas nacionales”. De qué tipo de ascenso social o solución a los problemas nos referimos-acaso vosotros no sois testigos de la triste y amarga realidad en que vivimos-donde el que se autodenomina de “iluminado” habla mucho y hace nada por rediseñar aquél país, región o pueblo de quinchas, piedras y plásticos-que un día los vio nacer. Acaso no sois vosotros testigos de que el 90% de estudiantes universitarios son excelentes administradores de sus silencios cómplices, que nunca dicen esta boca es mía frente a los problemas latentes-pero que sí son buenos para las “corbatas y los ternos, y exhibirse sin saber ni donde están parados”, para hacer aquel teatro del buen “sinvergüenza”, que no reprocha porque teme luego ser reprochado, además de que su mejor solución a los problemas es cerrar los ojos y no ver la realidad.
Hoy, muy pocos creen en la importancia del conocimiento disciplinario o en la investigación académica; se estudia en la universidad para obtener un título y una red social que permitirán un ingreso mensual superior al promedio. La indiferencia y el pragmatismo de miles de estudiantes universitarios han permitido su conversión en mercadería, alumnos descartables o meros clientes de un negocio que se basa justamente en su propia deshumanización. Por otro lado, los profesores solo ven en esta proliferación una posibilidad de multiplicar sus ingresos con el dictado por hora, el que a veces alcanza cifras estremecedoras.
Los jóvenes universitarios que estudian en una universidad bamba saben que están siendo engañados, pero no lo aceptan y se refugian en la fantasía; sus padres que pagan sumas irrisorias saben que no pueden exigir un servicio de calidad, pero se consuelan con cemento fresco y computadoras por doquier; las autoridades se desgañitan pregonando que sus instituciones son universidades que satisfacen una demanda popular legítima, pero saben que el único interés que resguardan es el de los accionistas o el de los rectores eternos. Así todos comen “jurel” pero les sabe a “lenguado”. El daño generado por un amplio grupo de universidades que funcionan al amparo del D.L. 882 es inconmensurable: decenas de miles de profesionales no calificados, el título profesional convertido en cheque sin fondos, los grados de magíster y doctor envilecidos y la perversión de la educación a distancia son solo algunos de sus efectos.
En el Perú, el estado ha abandonado a la universidad pública y esta se encuentra dominada por mezquinos intereses corporativos. La inversión del estado en infraestructura, equipos y bibliotecas se realiza a cuentagotas y sin ningún proyecto o políticas nacionales.
Finalmente, el sistema universitario en el Perú vive una aguzada descomposición regida por el matrimonio del cinismo con el autismo. Estas fuerzas han engendrado monstruos que estafan masivamente a nombre de la nación, trafican con las ilusiones de los menos informados y degradan los esfuerzos de los buenos alumnos y profesores. Hay consenso en que se debe iniciar la acreditación internacional de las escuelas profesionales de las universidades, incrementar la información al consumidor para que pueda elegir con mayor conocimiento, apostar por profesores mejor pagados y a tiempo completo, aumentar dramáticamente el gasto público en I+D+I (investigación mas desarrollo mas innovación tecnológica), fortalecer la categoría de profesor investigador en la universidad pública, cerrar las filiales ilegales, establecer el número de abogados, contadores y profesores de colegio que el país necesita, controlar la proliferación de maestrías y doctorados a distancia, poner coto a las modalidades de titulación mediante programas masivos, entre otras urgentes medidas tal vez no necesariamente revolucionarias(aunque la falta que hace)- sino de mero sentido común. Las mejores universidades públicas y privadas deben liderar esta transformación antes de que el cinismo y el autismo terminen de aniquilar el laboratorio de nuestras esperanzas. Saludos!
Estrada Romualdo A.
E-mail: letralibre@yahoo.es
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