domingo, 23 de mayo de 2010

APARIENCIA DE NUESTROS POLITICOS DE HOY

Las cosas son como son, aunque no siempre podemos conocer realmente lo que son y algunas veces no nos dejan hacerlo. Cada cosa o acontecimiento va acompañado por una manifestación del mismo, lo que Heidegger denomina "phainómena" y yo prefiero llamar "apariencia".

La historia del conocimiento humano es, vista con altura de miras, una lucha sin fin por encontrar esas cosas que se nos ocultan tras un mundo de apariencias, de sensaciones e intelecciones dispares que pueden obnubilarnos y hacernos no superar un examen superficial.

La lucha entre apariencia y realidad se juega sobre cuatro elementos fundamentales: incuestionabilidad, olvido del tiempo, generalización e impersonalización. Estas palabras, que ya habrán apartado a algún lector del presente texto, no son meras términos de una jerga filosófica totalmente desprendida de la realidad, sino que no hacen otra cosa sino denotar a lo que comúnmente llamamos "las apariencias".

En primer lugar, si se quiere dar apariencia de algo, lo primero que se prohíbe es preguntar. No está permitida la duda, la puesta en cuestión, porque a la apariencia y a sus mantenedores, lo único que les interesa es que no se les formulen preguntas para las cuales nunca tendrán respuestas. Porque nunca hemos de olvidar que la apariencia es una forma más de la falsedad y la búsqueda honesta de la verdad es su mayor enemigo.
Luego los creadores, mantenedores y beneficiarios de la apariencia eliminan la historia. la historia no tiene sentido antes de ellos, ni después de ellos, y sólo la utilizan para dar explicaciones de tan profundo calado intelectual como "siempre se ha hecho así" o "nunca se ha hecho así", como si la reiteración de una conducta implicara necesariamente su bondad y su verdad.

A la apariencia le encanta generalizar, es decir, tomar el caso particular por lo general. Primariamente para descalificar a los que no se conforman con permanecer atados en el interior de la caverna, como meros espectadores de un juego de sombras y confusiones que ellos realizaban. Secundariamente, generalizan para dar a entender que la apariencia que ellos sostienen es la única posibilidad, que ser lo que sea, es ser como ellos.

Llegamos al último elemento fundamental: la impersonalización. Las acciones no tienen responsables y surgen como caídas del cielo. Como la teoría de la generación espontánea ya no tiene casi adeptos, se aferran a ente o bien abstracto o bien lejano para justificar los desajustes que la apariencia genera a cualquier espectador medianamente lúcido. esto se expresa claramente en frases tan usuales como "esto viene dado" o con el consabido "son órdenes del gobierno local o municipal ".

ante la apariencia hay dos posturas, como casi todo en la vida. la postura de la que se calla y se somete, conformándose con la vida del humilde ser particular (al que los atenienses llamaban "idiota") o la postura más nietzscheana de la que, conociendo la engañosa realidad circundante, no acepta ser un esclavo en manos de los políticos, de la apariencia y toma las riendas de la propia existencia, provocando el desvanecimiento de la máscara que oculta la realidad (la apariencia).

es la tarea del héroe, parafraseando a savater, pero con acciones poco heroicas: lo más temerario es preguntar por las causas y los motivos del acontecimiento y de lo acontecido; reconociendo que las cosas tienen una historia que proviene más allá de la apariencia y llegará sin duda a términos que la superarán; permitiéndose establecer relaciones de causas y efecto y exigiendo las responsabilidades personales; y, sobre todo, no conformándose nunca con explicaciones "extra punitivas", que pongan a la cosa o a lo acontecido fuera de nuestro alcance y que elimine las evidentes responsabilidades.

La apariencia es un fenómeno connatural a la propia realidad, pero entramos en el terreno de la moralidad, cuando la apariencia llega a ser una creación "ex profeso", es decir, cuando es intencionada y tiene un innegable ánimo de ocultación.

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