miércoles, 23 de febrero de 2011

ENTRE LA CULTURA DE LA DESCONFIANZA Y EL ESTEREOTIPO DE LA CORRUPCIÓN

Escribe: Wilder Calderón Castro, congresista de la República

La corrupción es un flagelo invisible que enloda la política, pero que está enquistada en nuestra sociedad desde los albores de la colonia y omni presente en nuestra etapa republicana.   Como auscultó el librepensador Manuel Gonzales Prada al Perú, tras decir que en donde se pone el dedo sale pus.

Los peruanos de buena voluntad convivimos con esa sensación de hartazgo, muy proclive a la arcada moral que nos produce el hedor de una tecnoburocracia enquistada en el poder y que no cambia de protagonistas.  No importa la línea ideológica del gobierno que se suceda por el voto popular.  Son los sicarios de los lobbies, los malhechores de la trampa, los reyes de los “arreglos”, los especialistas en las licitaciones deshonestas.   

Esta infección que sufre nuestro país es generalizada y ha originado una cultura de la desconfianza, que se ha expandido en el territorio nacional.  Todos desconfiamos de todos, de nuestras instituciones.  La incredulidad personificada en miles de peruanos desamparados de todo tipo de justicia se refleja en ese guiño cómplice consistente en admitir que un  25% de los limeños dicen tolerar el robo si se hace obra.

La corrupción no viene de estos últimos cuatro años.  Continuamente en nuestra historia más reciente estuvo presente en los gobiernos de Velasco, Morales Bermúdez, Belaúnde, Fujimori y Toledo.  De tal manera que puede observar el país  que tenemos a un ex presidente de la República, ex ministros, generales y al socio encarcelados. 

La corrupción no es patrimonio de un partido político, ni de un país en particular, como mediáticamente nos quieren hacer creer los enemigos del APRA.  No voy a negar que exista corrupción en este nuestro gobierno.   Igual nos consta que está siendo combatida por el APRA, solo con los indicios.  ¿Acaso somos, los apristas, un grupo de montoneros que solo ansiamos llegar al poder, para vaciar las arcas de un Estado pobre?  ¿Quiénes son los interesados en colgarnos ese maldito sanbenito?  ¿Cuál es la oculta motivación para crearnos esa nauseabunda aura?
¿Cómo mellar maquiavélicamente la autoestima de un gobierno que ha realizado 140 mil obras, más que en toda nuestra vida repúblicana?  ¿Cómo flagelar ante la opinión pública a un partido que ha disminuido ostensiblemente la pobreza en el país de 48.7 a 34.7%?  ¿Cómo se puede destruir la imagen de un gobierno que ha posibilitado a un millón 700 mil peruanos  tener acceso a la electricidad?

Los enemigos del partido de la estrella –de las derechas o de las izquierdas polarizantes- quieren sepultarnos en el olvido de la historia republicana al etiquetarnos como un gobierno corrupto, porque no pueden hacerlo desde las ánforas.  Es más fácil derrotarnos desde la diatriba, la calumnia, la infamia y sembrando en los peruanos esa cultura de desconfianza con respecto a un partido que llenó de gloria las páginas de nuestra historia.  Estamos en las mirillas de francotiradores sin escrúpulos que nos endilgan pasiones inferiores y nos hacen presa fácil de la generalización y el estereotipo.

El APRA no es sinónimo de corrupción.  Sino pregúntele a Víctor Raúl, al Cachorro Seoane, a Luis Negreiros Vega y a nuestros mártires, que son paradigma de patriotismo.  El nuestro, es un partido serio e histórico con una prédica moral.

Rechazamos y repudiamos que el APRA y la corrupción convivan en una misma atmósfera.  Es nuestro deber como apristas, con título moral, hacer un deslinde total con la corrupción, venga de donde venga.  Debemos tener en claro que los apristas corruptos no son apristas y hay que apartarlos del partido.  Es momento de acabar con la conciencia de la duda, de la sospecha, del estereotipo, de la falta de transparencia.  Nosotros no queremos cobardes. 

 No queremos traidores a la causa de Víctor Raúl.  Y ser corrupto es ser traidor y cobarde.  No caigamos en el juego de los maniqueístas o de los azuzadores políticos profesionales.  Es tiempo de redimir al partido y a la causa de Haya de la Torre y que el Perú pueda verse con optimismo, esperanza y fe.

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